BANGKOK, 11 de abril — Dos semanas después del devastador terremoto de magnitud 7.7 que sacudió Birmania, miles de personas continúan durmiendo en las calles de las zonas más afectadas, mientras los esfuerzos de ayuda enfrentan graves problemas logísticos y escasez de recursos. El desastre ha dejado al menos 3.649 muertos, 5.000 heridos y más de 60.000 familias sin hogar, según cifras oficiales de la junta militar que gobierna el país desde 2021. Sin embargo, organizaciones humanitarias advierten que estas cifras podrían aumentar debido a la falta de acceso a algunas áreas remotas y la persistencia de réplicas sísmicas.
Una Situación Crítica en Mandalay y Otras Zonas Afectadas
En Mandalay, la segunda ciudad más grande de Birmania y una de las áreas más golpeadas por el sismo, la situación sigue siendo crítica. Según Mikhael de Souza, director de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Birmania, al menos 10.000 personas están viviendo en las calles, incapaces de regresar a sus hogares debido al temor de nuevos derrumbes o réplicas. Muchos edificios que permanecen en pie no han sido inspeccionados ni certificados como seguros por las autoridades.
“Es una situación muy frustrante. Tenemos electricidad pocas horas al día, lo que afecta todos los aspectos de la respuesta humanitaria. Hay medicamentos y alimentos disponibles, pero los problemas logísticos y la mala organización están retrasando su distribución”, explicó De Souza a EFE.
El sismo también dañó gravemente infraestructuras clave: 2.366 escuelas, 3.514 sitios religiosos, 5.620 pagodas y 291 hospitales fueron parcial o totalmente destruidos. Estos daños han exacerbado las dificultades para proporcionar asistencia médica y otros servicios básicos a las comunidades afectadas.
Temor y Desesperanza entre los Sobrevivientes
Los testimonios desde las zonas devastadas reflejan un profundo temor y desesperanza. Ko Min Khant, un residente de Mandalay de 30 años, asegura que nadie se atreve a regresar a sus casas, incluso aquellas que parecen intactas. “Nadie sabe si las edificaciones son seguras. No hemos recibido indicaciones claras de las autoridades”, relató.
Otro sobreviviente, un hombre de 40 años de Sagaing, la segunda región más afectada, destacó que la retirada de escombros y cadáveres se ha detenido por completo en algunas áreas. “Algunas personas ya no tienen dinero para reconstruir sus casas ni para continuar con sus negocios”, lamentó.
La escasez de agua potable y la falta de viviendas temporales siguen siendo las principales preocupaciones de los damnificados, quienes enfrentan condiciones precarias bajo temperaturas extremas y una incertidumbre constante.
Conflictos Armados Amenazan la Ayuda Humanitaria
A pesar de que las partes en conflicto en Birmania anunciaron un alto al fuego temporal para facilitar la entrega de ayuda humanitaria, los combates no han cesado. Según Ravina Shamdasani, portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, más de 120 ataques han sido reportados desde el terremoto, la mayoría liderados por las fuerzas armadas birmanas mediante bombardeos aéreos.
Estos ataques han ocurrido incluso después de la entrada en vigor de un alto el fuego de tres semanas, anunciado el 2 de abril. Las hostilidades han obstaculizado gravemente la llegada de suministros y equipos médicos a las áreas más afectadas, poniendo en peligro la vida de miles de personas.
Llamado Urgente de la ONU
La ONU ha hecho un llamado urgente a las autoridades birmanas para que garanticen el acceso seguro y sin restricciones a las zonas devastadas por el terremoto. Además, ha pedido la liberación inmediata de prisioneros políticos encarcelados desde el golpe de Estado de febrero de 2021, aprovechando la festividad tradicional del Thingyan, que marca el inicio del año nuevo budista.
“Nueve millones de personas fueron especialmente afectadas cerca del epicentro del sismo. Necesitamos mantener la atención mediática y la solidaridad internacional porque las necesidades continúan”, subrayó De Souza.
El Silencio Global: Una Amenaza Adicional
Uno de los mayores desafíos para Birmania ha sido el limitado interés mediático internacional. En medio de tensiones globales, como la guerra comercial iniciada por el presidente estadounidense Donald Trump, el desastre en Birmania ha quedado relegado en la agenda mundial. Este silencio ha complicado aún más la movilización de recursos y apoyo internacional para los afectados.
¿Podrá Birmania superar esta crisis mientras enfrenta conflictos internos y falta de atención global? Lo cierto es que, sin una respuesta coordinada y sostenida, el país corre el riesgo de enfrentar una catástrofe humanitaria prolongada. Los esfuerzos internacionales deben priorizar la entrega de ayuda, el cese de los combates y la reconstrucción de las comunidades devastadas.
Este desastre natural, el mayor en un siglo para Birmania, deja claro que la combinación de vulnerabilidad estructural, conflicto político y escasez de recursos puede amplificar drásticamente el impacto de una tragedia.