LA HABANA, Cuba, 17 de marzo.— La isla de Cuba sigue enfrentando una grave crisis energética tras el colapso del Sistema Electroenergético Nacional (SEN) ocurrido el pasado viernes. A pesar de los esfuerzos por restablecer gradualmente el servicio eléctrico, cerca de la mitad del país permanece sin electricidad a más de 48 horas del apagón masivo. Esta situación ha generado un profundo malestar social y expuesto las graves deficiencias estructurales del régimen cubano en la gestión de recursos clave.
El Colapso del Sistema Eléctrico
El desastre comenzó a las 20:15 hora local (0:15 GMT) del viernes, cuando una avería en la subestación de Diezmero, en las afueras de La Habana, provocó una cadena de fallos en las unidades de generación eléctrica. Según datos del Ministerio de Energía y Minas (Minem), hacia la tarde-noche de este domingo, la generación de electricidad apenas alcanzaba los 1.568 megavatios (MW), aproximadamente la mitad de lo necesario para satisfacer la demanda del país en condiciones normales.
La estatal Unión Eléctrica (UNE) logró reconectar algunas regiones mediante microsistemas alimentados por generadores que utilizan fueloil o diésel. Sin embargo, estas soluciones han sido insuficientes y parciales. Solo seis de las 20 unidades de generación térmica del país están operativas, y aunque la central Antonio Guiteras, una de las más grandes, se reintegró al sistema, su contribución ha sido mínima.
En las provincias occidentales, como Pinar del Río, Artemisa y Mayabeque, la situación sigue siendo crítica. Las autoridades educativas ya anunciaron que no habrá clases este lunes debido a la falta de electricidad. En La Habana, más del 40% de los hogares aún permanecen sin corriente, y aunque la UNE prometió el restablecimiento total durante la madrugada del lunes, esta clase de declaraciones ha perdido credibilidad tras incumplimientos anteriores.
Una Infraestructura Obsoleta y Crónicamente Subfinanciada
La crisis actual pone de manifiesto las profundas deficiencias del sistema eléctrico cubano, que lleva meses funcionando en estado de precariedad extrema. Las siete centrales termoeléctricas del país presentan fallas constantes, muchas de ellas debido a décadas de funcionamiento sin inversiones necesarias para su modernización. Además, la escasez crónica de combustibles como diésel y fueloil, resultado de la falta de divisas para importar estos insumos, ha dejado a la isla al borde del colapso.
Según expertos independientes, la infrafinanciación crónica del SEN es una consecuencia directa de la incapacidad del régimen para diversificar la economía y garantizar el mantenimiento adecuado de infraestructuras clave. El propio gobierno ha reconocido que necesita entre 8.000 y 10.000 millones de dólares para reflotar el sistema eléctrico, una cifra que está fuera de su alcance dada la crisis económica que atraviesa el país.
Impacto Económico y Social
La crisis energética ha agravado aún más la ya frágil economía cubana. En 2023, la economía experimentó una contracción del 1,9%, y según las previsiones oficiales, no alcanzará los niveles de 2019 ni siquiera en 2025. Los apagones prolongados han afectado gravemente el sector productivo, incluidas industrias clave como la agricultura y la manufactura, además de deteriorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Las interrupciones constantes del servicio eléctrico también han alimentado el descontento social. En años recientes, los apagones han sido un catalizador de protestas, como las ocurridas en La Habana y Nuevitas en 2022, y las masivas manifestaciones del 11 de julio de 2021. Este fin de semana, nuevas protestas estallaron en Santiago de Cuba y otras localidades, reflejando el creciente hartazgo de una población que ve cómo su calidad de vida se deteriora bajo el peso de la incompetencia del régimen.
El Argumento del Régimen: Sanciones y Falta de Recursos
El gobierno cubano ha culpado repetidamente a las sanciones estadounidenses por la crisis energética, argumentando que estas medidas limitan su capacidad para importar combustibles y equipos necesarios. Sin embargo, expertos señalan que el problema va más allá de las sanciones y tiene raíces en la mala gestión económica, la dependencia excesiva de subsidios externos y la falta de reformas estructurales.
El régimen ha intentado mitigar la crisis con medidas temporales, como la activación de generadores diésel y la implementación de racionamientos, pero estas soluciones no abordan las causas fundamentales del problema. Mientras tanto, cualquier intento de inversión significativa parece estar relegado a un futuro lejano e incierto, prolongando la miseria energética que afecta a la población.
Protestas y Descontento Ciudadano
El descontento social ha alcanzado nuevos niveles este fin de semana, con manifestantes tomando las calles en varias ciudades para exigir soluciones urgentes. En Santiago de Cuba, cientos de personas salieron a protestar contra los apagones y la falta de respuestas efectivas por parte del gobierno. “Estamos cansados de promesas vacías”, dijo un residente local. “No podemos seguir viviendo así.”
Las autoridades han respondido con un fuerte despliegue policial en las áreas afectadas, intentando sofocar las protestas antes de que escalen. Sin embargo, analistas advierten que la combinación de apagones prolongados, escasez de alimentos y servicios básicos, y la falta de oportunidades económicas podría generar una mayor movilización social en los próximos meses.
Conclusión: Un Futuro Incierto
La crisis energética en Cuba no solo refleja las deficiencias estructurales del régimen, sino también la creciente frustración de una población que ha soportado décadas de penurias. Aunque el gobierno promete soluciones, la realidad demuestra que las medidas adoptadas hasta ahora son insuficientes para abordar un problema de tal magnitud.
Mientras el régimen lucha por mantener el control, la población exige cambios reales que mejoren su calidad de vida. Sin embargo, con una economía debilitada y una infraestructura en ruinas, el futuro parece incierto para los cubanos, quienes enfrentan una de las peores crisis energéticas de las últimas décadas.
“La gente está perdiendo la paciencia,” comentó un analista político. “Si el gobierno no actúa pronto, podríamos ver una nueva ola de protestas que ponga aún más presión sobre el régimen.”
El mundo observa cómo evoluciona esta situación, consciente de que cualquier cambio significativo dependerá de la capacidad del gobierno para abordar las causas profundas de la crisis y responder a las demandas de su pueblo.