MOSCÚ, 27 feb.- El mundo del ajedrez está de luto tras el fallecimiento del gran maestro soviético Boris Spassky, quien dejó una huella imborrable en la historia del juego ciencia. A los 88 años, Spassky partió dejando un legado inmenso como décimo campeón mundial y protagonista de uno de los enfrentamientos más icónicos de la Guerra Fría: su duelo con el estadounidense Bobby Fischer en 1972. La Federación Rusa de Ajedrez anunció su muerte este jueves, destacando su contribución al ajedrez y su influencia en generaciones de jugadores.
Una Carrera Forjada en el Tablero
Nacido en Leningrado (hoy San Petersburgo) en 1937, Spassky descubrió su pasión por el ajedrez a temprana edad. En una entrevista recordó cómo su amor por el juego comenzó en el verano de 1946, cuando vio mesas de ajedrez en un parque cultural de la isla Krestovski. Desde ese momento, supo que no abandonaría el mundo del ajedrez.
Spassky se destacó rápidamente como un prodigio, ganando el título de Gran Maestro a los 21 años. Su carrera alcanzó su punto máximo entre 1969 y 1972, cuando fue campeón mundial. Sin embargo, siempre mantuvo una actitud humilde frente a su éxito: “El título de campeón mundial nunca me trajo felicidad”, confesó en una ocasión. “Mejoré mi vida materialmente un poco, pero en esencia, no pasó nada extraordinario”.
El Duelo con Bobby Fischer: Un Partido Histórico
El enfrentamiento más recordado de Spassky fue sin duda el match de 1972 contra Bobby Fischer en Reikiavik, Islandia. Este duelo no solo fue un enfrentamiento deportivo, sino también un símbolo de las tensiones políticas de la Guerra Fría. Los soviéticos habían dominado el ajedrez mundial durante 24 años, y la victoria de Fischer marcó el fin de esa hegemonía.
Aunque Fischer ganó el match por 12½ a 8½, Spassky dejó claro que sus partidas contra el estadounidense fueron intensas y emocionales. Recordó con particular cariño su victoria sobre Fischer utilizando el Gambito de Rey, una apertura que consideraba especialmente significativa. “Fischer incluso lloró después de una partida…”, evocó en una entrevista.
En 1992, ambos se enfrentaron nuevamente en Yugoslavia (hoy Montenegro), en lo que sería una revancha simbólica. Aunque Fischer volvió a imponerse, Spassky siempre valoró esos encuentros como momentos únicos en su carrera.
Un Genio Humilde y Reflexivo
Spassky no solo era admirado por su habilidad en el tablero, sino también por su personalidad reflexiva y su honestidad. Reconoció que el genio ajedrecístico rara vez trae felicidad: “Nunca vi a alguien ser feliz gracias a su genio en el ajedrez”. En su juventud, había soñado con otras profesiones, como conductor o atleta, pero el destino lo llevó a quedarse “del lado del alfil blanco que quería robar”.
Un Episodio Polémico en Francia
En 2010, Spassky sufrió un derrame cerebral y vivió un episodio polémico mientras recibía tratamiento en París. Denunció que había sido “secuestrado” por su pareja de entonces, quien lo aisló y negó acceso a comunicación. Sus amigos intervinieron para ayudarlo a regresar a Rusia, donde pudo recuperarse. Durante su aislamiento, utilizó el tiempo para escribir su biografía, un testimonio de su vida y carrera.
Un Legado Inmortal
La muerte de Spassky deja un vacío irreparable en el mundo del ajedrez. Según Andrei Filatov, presidente de la Federación Rusa de Ajedrez, su partida representa “una gran pérdida para el país”. Generaciones de jugadores han estudiado sus partidas y su estilo único, caracterizado por su versatilidad y creatividad.
Hoy, el nombre de Boris Spassky se une al panteón de leyendas del ajedrez. Su historia, marcada por éxitos, desafíos y reflexiones profundas, seguirá inspirando a futuros campeones. Como él mismo dijo una vez: “El ajedrez es más que un juego; es una forma de vida”. Y en esa vida, Spassky brilló con luz propia.
Conclusión: Una Estrella Apagada, Pero No Olvidada
El fallecimiento de Boris Spassky marca el final de una era en el ajedrez, pero su legado perdurará en cada movimiento estratégico, en cada partida épica y en cada jugador que aspire a alcanzar la grandeza. Su vida nos recuerda que, más allá del tablero, el verdadero triunfo está en la pasión, la dedicación y el impacto duradero que dejamos en quienes nos rodean. Descanse en paz, maestro Spassky.