Málaga, 23 sep.- Una innovadora iniciativa de la Universidad de Málaga ha permitido que estudiantes y ancianos se conviertan en inusuales compañeros de piso. Este programa ofrece a los jóvenes la oportunidad de vivir gratis a cambio de compañía y asistencia a los mayores en actividades cotidianas, como acompañarlos al médico o ayudarles con pequeñas reparaciones en casa.
Carmen, de 78 años, y Pamela, de 28 años y originaria de Ecuador, son un ejemplo de esta convivencia. Desde su hogar en las afueras de Málaga, ambas comparten una conexión especial. “A mí, que soy extranjera, me hace sentir como en casa y acompañada, porque es alguien que me cuida y yo también la cuido a ella”, dice Pamela.
El programa permite a los estudiantes residir sin costo en la vivienda de un mayor, mientras que estos reciben 160 euros al mes de la universidad para cubrir gastos de luz, agua y gas. Para participar, los jóvenes deben comprometerse a dormir en la casa al menos cinco noches a la semana y brindar compañía, además de asistir a los mayores en la compra de medicamentos y trámites administrativos. Durante los fines de semana y vacaciones, pueden ausentarse, pero no se espera que realicen tareas asistenciales, como ayudar en la higiene personal.
Los mayores deben residir en Málaga, no tener enfermedades infecciosas ni trastornos psíquicos, y ofrecer una habitación independiente en condiciones adecuadas.
Sergio Cañizares, coordinador del programa, explica que la iniciativa busca abordar la soledad de los ancianos y la falta de vivienda para los estudiantes. Con los precios de alquiler en aumento, muchos jóvenes, incluidos estudiantes internacionales, enfrentan dificultades para encontrar alojamiento asequible.
A pesar de la gran demanda, Cañizares menciona que hay escasez de mayores dispuestos a compartir su hogar. Aunque el programa llegó a tener 48 participantes antes de la pandemia, ahora hay solo doce personas (seis parejas) conviviendo, lo que él califica como un “éxito total”. Además, los familiares de los ancianos aprecian el acompañamiento, ya que les proporciona un “desahogo emocional”.
La relación entre Pamela y Carmen es un testimonio de cómo este programa puede crear un ambiente de apoyo y comunidad. Carmen aporta su sabiduría adquirida con los años, mientras que Pamela, a miles de kilómetros de su familia, encuentra en su compañera un sentido de hogar y compañía.