BOGOTÁ, 31 de marzo.- El exlíder del Cártel de Medellín, Carlos Lehder, recuperó este lunes su libertad después de que una jueza determinara que la orden de captura en su contra había prescrito. La decisión permitió al histórico narcotraficante abandonar las instalaciones de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol (Dijin) en Bogotá, donde había permanecido bajo custodia desde su llegada al país el viernes.


La Decisión Judicial

Según informó su abogada defensora, Sondra Macollins, la jueza concluyó que la condena impuesta a Lehder por los delitos de tenencia y conservación ilegal de estupefacientes y tenencia ilegal de armas de fuego ya había prescrito debido al tiempo transcurrido. Lehder había sido condenado en 1995 a 24 años de prisión, pero según las leyes colombianas, la pena prescribió porque no se ejecutó dentro del plazo establecido.

La jueza señaló que hubo un “abandono o descuido” de la justicia colombiana, ya que cuando Lehder fue condenado en 1995, él ya estaba recluido en una cárcel de Estados Unidos. Sin embargo, no se solicitó formalmente su extradición tras cumplir su sentencia en ese país.

“La pena privativa de la libertad prescribe en el término fijado para ella en la sentencia”, explicó la jueza, argumentando que han transcurrido más de 24 años desde la fecha de la sentencia original.


Llegada a Colombia y Detención Inicial

Lehder, de 75 años, llegó el viernes al aeropuerto internacional de Bogotá procedente de Alemania, donde vivía en libertad tras ser repatriado desde Estados Unidos en 2020. Al ingresar al país, las autoridades migratorias lo detuvieron al identificar que existía una orden de captura vigente relacionada con la condena de 1995.

Durante su detención, Lehder permaneció bajo custodia policial en las instalaciones de la Dijin mientras se resolvía su situación legal. Este lunes, tras la decisión judicial, fue liberado en compañía de su abogada.

Al salir, Lehder expresó emoción frente a los periodistas presentes: “¡Viva Colombia!”.


Historia de Carlos Lehder

Carlos Lehder fue uno de los cabecillas del Cártel de Medellín, organización criminal que dominó el tráfico mundial de cocaína durante la década de 1980 bajo el liderazgo de Pablo Escobar. Lehder jugó un papel clave en la creación de rutas de transporte de drogas hacia Estados Unidos, utilizando pistas clandestinas en el Caribe para enviar cocaína a gran escala.

En 1987, fue capturado en Colombia y extraditado a Estados Unidos, donde fue condenado a 135 años de prisión y cadena perpetua por narcotráfico. Sin embargo, su pena fue reducida significativamente después de que colaboró como testigo en el juicio contra el dictador panameño Manuel Noriega, acusado de vínculos con el narcotráfico.

En 2020, Lehder recuperó su libertad en Estados Unidos y fue repatriado a Alemania, donde adquirió la ciudadanía a través de su padre. Desde entonces, vivía en libertad en ese país hasta su reciente viaje a Colombia.


Reacciones y Próximos Pasos

Tras su liberación, Lehder anunció su intención de viajar a Medellín para visitar a su familia. Sin embargo, su regreso a Colombia ha generado debate y críticas, especialmente entre quienes consideran que su figura representa una era oscura de violencia y corrupción en el país.

El caso también ha puesto en evidencia lagunas en el sistema judicial colombiano, particularmente en la gestión de órdenes de captura y penas pendientes. Expertos señalan que la falta de coordinación entre Colombia y Estados Unidos permitió que la condena prescribiera sin que se tomaran medidas efectivas para ejecutarla.


Un Capítulo Controversial

La liberación de Carlos Lehder marca un capítulo controvertido en la historia del narcotráfico en Colombia. Aunque legalmente libre, su figura sigue siendo un símbolo del poder destructivo del Cártel de Medellín y de las cicatrices que dejó en el país.

Mientras tanto, Lehder, quien alguna vez fue uno de los hombres más buscados del mundo, ahora busca reintegrarse a la vida civil en un contexto muy diferente al que enfrentó en sus años de gloria criminal. Su libertad plantea interrogantes sobre cómo Colombia manejará futuros casos de figuras históricas del crimen organizado y si logrará cerrar heridas que aún persisten décadas después.

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