Sunset Beach, Carolina del Norte, 16 de enero.- A medida que el mundo avanza hacia la “nueva normalidad”, algunas personas, como Susan Scarbro, continúan luchando con la realidad de vivir con un sistema inmunológico comprometido. Con 55 años, Scarbro se enfrenta a múltiples trastornos inmunitarios que la hacen especialmente vulnerable a infecciones, incluido el COVID-19. A pesar de que la emergencia de la pandemia se declaró oficialmente como concluida en mayo de 2023, para ella y otros como ella, el virus sigue representando una amenaza constante.
“En cualquier momento alguien podría toser, simplemente de manera incidental, y esa tos podría ser lo único que me enferme”, comparte Scarbro, quien se protege usando mascarilla y manteniéndose en entornos controlados.
El 2025 marca el quinto aniversario del primer caso confirmado de COVID-19 en EE.UU., una pandemia que dejó más de 1.2 millones de muertos y alteró profundamente las vidas de millones. Mientras muchos estadounidenses continúan con su vida cotidiana, aquellos con condiciones inmunológicas delicadas siguen tomando medidas drásticas para evitar la exposición.
Estrategias como el uso constante de mascarillas, el aislamiento en burbujas familiares, y el empleo de soluciones no probadas como el enjuague bucal antiséptico o monitores de dióxido de carbono para verificar la ventilación, son comunes entre quienes continúan vigilantes. La situación también ha generado un cambio en las dinámicas sociales, con algunos compartiendo experiencias y apoyándose mutuamente en foros en línea.
“¿Qué tan difícil es ponerse una mascarilla?”
Bazia Zebrowski, de 61 años, de Newbury, Ohio, vive con encefalomielitis miálgica, una condición que le limita gravemente las fuerzas y pone en riesgo su salud ante cualquier infección. Ahora, se limita a salir solo para citas médicas, mientras su esposo realiza las compras. Aunque Zebrowski no tiene miedo irracional del COVID-19, reconoce que mantener la salud es una prioridad para evitar complicaciones adicionales. “Cautelosa implicaría que tengo un miedo irracional a algo. No tengo un miedo irracional a esta enfermedad”, comenta, destacando la importancia de ser competente y consciente de los riesgos.
Cuidando a los más vulnerables
Steve Alejandro, de 42 años, y su esposa Ashley, de 44, viven en Wentzville, Missouri. Ella también padece encefalomielitis miálgica, y él se ha convertido en su principal protector frente al COVID-19. Alejandro cambió de carrera para poder trabajar desde casa, adaptándose a un nuevo estilo de vida que prioriza la salud de su esposa. Para él, el cuidado mutuo es esencial, y ha optado por mantener a sus hijos fuera del sistema escolar presencial para reducir su exposición al virus.
En Miami, Kira Levin, cuidadora de su abuela de 98 años, también toma medidas drásticas, como usar un cubrebocas N95 en una boda, para evitar poner en riesgo la salud de su ser querido.
El impacto del “long COVID”
El “long COVID” sigue siendo una preocupación para muchas personas, incluidas aquellas como Jacqueline y Alexa Child, quienes lanzaron una aplicación de citas en 2022 para personas con enfermedades crónicas. Según ellas, el 10% de sus usuarios etiquetan sus perfiles como “Cauteloso con el COVID”, buscando conexiones con otros que toman precauciones similares. La preocupación por las secuelas a largo plazo del COVID, como el deterioro cognitivo, es una de las razones que impulsan a muchas personas a seguir siendo cautelosas, como la inmunóloga Akiko Iwasaki, quien sigue usando mascarillas y se mantiene al tanto de las últimas vacunas.
La nueva normalidad: un desafío constante
Aunque muchas personas consideran que la pandemia ha terminado, para aquellos como Scarbro, la nueva normalidad no es tan sencilla. Las personas con sistemas inmunitarios comprometidos enfrentan un panorama constante de precaución y aislamiento social. Según Jorey Berry, CEO de la Fundación de Deficiencia Inmunitaria, la comunidad no puede permitirse el lujo de “volver a la vida regular” como el resto del mundo.
Desafíos psicológicos y sociales
El aislamiento social y el estigma relacionado con las medidas preventivas contra el COVID han dejado huellas emocionales y psicológicas en muchas personas. Leonard Jason, psicólogo de la Universidad DePaul, explica que el trauma de vivir con una enfermedad crónica se ve agravado por la falta de comprensión social. Para muchos, la pandemia ha exacerbado el aislamiento, haciendo aún más difícil conectar con otros y mantener un apoyo emocional adecuado.
A pesar de los avances hacia la normalidad para la mayoría, la realidad de quienes siguen vulnerables a las infecciones demuestra que el fin de la pandemia no es una conclusión definitiva para todos. La vida sigue siendo un desafío constante para aquellos que, como Scarbro y otros en situaciones similares, deben seguir luchando contra el miedo y las precauciones para mantenerse a salvo.