Lima, 15 nov. – La presidenta accidental de Perú, Dina Boluarte, ha protagonizado un día cargado de tensiones y protestas en la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en la que ha recibido a líderes mundiales como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de China, Xi Jinping. En un contexto de una aprobación popular cercana al 4%, su presencia en un evento internacional de alto perfil no ha estado exenta de controversia y descontento.
Boluarte, quien asumió el cargo tras la destitución de Pedro Castillo, se encuentra en una situación de creciente aislamiento político. Su mandato ha estado marcado por la falta de comunicación con los medios y su ausencia de la escena pública, con más de 100 días sin ofrecer declaraciones a los periodistas. A pesar de la escasa visibilidad, la cumbre de APEC ha puesto a la presidenta en el centro de atención, pero no precisamente por su gestión, sino por las fuertes protestas sociales en el país.
La situación interna se ha vuelto cada vez más insostenible, con una ola de indignación popular por el aumento de la violencia criminal, especialmente en los barrios periféricos de Lima. La extorsión violenta, que ha afectado a muchos conductores de autobuses y residentes, ha desatado huelgas y bloqueos de carreteras, culminando en enfrentamientos con la policía que han dejado varios heridos. La presidenta ha intentado calmar la situación pidiendo contención, pero el descontento sigue creciendo.
La administración de Boluarte, que ha enfrentado constantes llamados a su destitución, ha respondido al caos con medidas excepcionales de seguridad durante la cumbre, cerrando escuelas y decretando días festivos para evitar que las protestas interrumpan el evento. Sin embargo, las manifestaciones no han cesado, y los manifestantes señalan la falta de representación del gobierno, acusando a la presidenta de ser ilegítima y de no escuchar las demandas populares.
En paralelo, mientras Boluarte disfrutaba de la atención internacional con su encuentro ceremonial con Xi Jinping, las calles de Lima se llenaban de jóvenes que protestaban contra la violencia y la crisis de gobernabilidad. Las protestas han incluido imágenes de la frustración y la rabia de los ciudadanos, quienes sienten que el gobierno no solo los ha ignorado, sino que ha exacerbado la situación de inseguridad y desigualdad.
En medio de los choques entre manifestantes y policías, y las crecientes críticas hacia su gestión, Boluarte se enfrenta a un desafío monumental: liderar un país dividido, mientras intenta proyectar una imagen de estabilidad y cooperación internacional en un evento clave para Perú.