La Habana, 19 oct.- Las noches se tornan especialmente desafiantes cuando se sufre un apagón total en Cuba. Sin electricidad, las cocinas eléctricas se paralizan, los ventiladores no alivian el calor caribeño, y las viviendas se sumen en una oscuridad apenas rota por los faros de algún carro o la luz de un celular. Así lo vivieron cerca de 10 millones de cubanos la pasada noche tras una avería en una central eléctrica clave, provocando un apagón masivo que dejó al país a oscuras y del cual apenas se está recuperando.

Este colapso es el reflejo de una crisis energética que se ha venido agravando durante años, intensificada en las últimas seis semanas debido a la escasez de combustible, derivada de la falta de divisas para importarlo, y a las frecuentes averías en las envejecidas centrales termoeléctricas de origen soviético.

“Esta situación hay que sobrellevarla”, comenta Alexis, quien, sentado en una banqueta en la penumbra de una calle en La Habana Vieja, conversa con amigos sobre lo “difícil que está todo”. A medianoche, las calles del popular barrio tienen un aire espectral, casi apocalíptico, con apenas una fachada visible y sombras de vecinos que deambulan entre la oscuridad.

En una escena improvisada por la necesidad, cuatro hombres juegan al dominó a la luz de una moto, mientras una pareja con una niña en brazos ilumina el camino con una linterna. Un anciano sin camiseta, buscando alivio del calor, descansa en la entrada de su casa, mientras Yoelkis, amigo de Alexis, muestra una botella de ron barato como su forma de lidiar con la adversidad.

“Cero cobertura energética nacional”

El Gobierno cubano informó que tras el colapso del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) se inició un proceso de reactivación gradual, aunque no pudieron precisar plazos de recuperación. A primeras horas de la noche, la estatal Unión Eléctrica (UNE) anunció que algunas zonas de La Habana y al menos otras cuatro provincias ya contaban con energía en ciertos circuitos, y se esperaba que este proceso continuara hasta restablecer el suministro en las centrales termoeléctricas.

Mientras tanto, en las calles, la población intenta adaptarse a la situación. Kevin, un residente, comenta que en una cuadra cercana prepararon una caldosa en una hoguera improvisada con madera de una casa en ruinas. Afortunadamente, dice, había llenado su cisterna antes del apagón, asegurando que en las provincias la situación es aún peor.

El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, calificó la situación como una “emergencia energética”, implementando medidas de contingencia que incluyeron la suspensión de actividades laborales estatales no esenciales, lo que ha afectado desde la agenda gubernamental hasta las escuelas.

A pesar del apagón, algunos habaneros prefieren evadirse con música a todo volumen desde motocicletas eléctricas o bocinas, mientras en algunas calles oscuras se improvisan bailes. En contraste, las zonas residenciales permanecen en silencio, solo interrumpido por el ruido de las plantas generadoras de grandes hoteles, restaurantes, y de los pocos que pueden permitirse uno de estos equipos junto con el combustible necesario.

La crisis eléctrica ha generado un creciente malestar social en un país que enfrenta una grave crisis económica desde hace más de cuatro años. Según expertos, estos apagones han sido catalizadores de las inusuales protestas registradas desde 2021.

“Lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo”, concluye Yoelkis, reflejando el sentir de muchos cubanos frente a una situación que parece no tener fin.

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