Fnideq (Marruecos), 30 sep.- En la ciudad fronteriza de Fnideq, más conocida como Castillejos, el paisaje se ha transformado en los últimos meses. A la entrada de la ciudad, varios autobuses esperan llenarse de jóvenes marroquíes, listos para ser trasladados lejos de la frontera con Ceuta tras frustrados intentos de cruzar hacia el enclave español. “Esto es lo habitual, pero lo nuevo es que ahora son marroquíes”, comenta un empleado de una gasolinera, quien ha presenciado durante años el constante flujo de migrantes persiguiendo el sueño de una vida mejor en Europa.
Desde mediados de septiembre, cuando unos 3.000 jóvenes, en su mayoría marroquíes, intentaron atravesar la frontera terrestre con Ceuta, Castillejos vive en un estado de tensión constante. El verano estuvo marcado por múltiples intentos de cruzar el estrecho marino que separa Marruecos de España, algunos con trágicas consecuencias. El cierre de la frontera en 2020 debido a la pandemia y la posterior prohibición del contrabando, que sustentaba a gran parte de la población local, han exacerbado la crisis económica en la región, empujando a más jóvenes a buscar alternativas desesperadas.
El 15 de septiembre fue un día de altercados entre los migrantes y las fuerzas de seguridad marroquíes, y desde entonces las autoridades han reforzado la frontera en previsión de nuevos intentos masivos. Las calles de Castillejos están rodeadas de vallas que se extienden por el paseo marítimo, creando una barrera para impedir que los jóvenes se arrojen al mar en su intento de alcanzar Ceuta.
El mar devuelve cuerpos
Mohamed Azuz, portavoz del Ayuntamiento de Castillejos, asegura que la emigración siempre ha sido parte de la historia de la ciudad, pero señala que la diferencia ahora es que los propios residentes están participando en estos intentos peligrosos. “El mar nos trae los cadáveres de los que se lanzan al agua intentando nadar ese kilómetro hasta Ceuta”, relata con tristeza. La ciudad, según Azuz, vive en un ambiente de miedo e inestabilidad, generado tanto por la migración como por la represión policial.
Según datos del Ministerio del Interior marroquí, en agosto de 2023 las fuerzas de seguridad impidieron que 11.323 migrantes llegaran a Ceuta. Mientras tanto, muchos jóvenes locales, anteriormente dependientes del contrabando, han visto cómo sus medios de vida se desmoronan.
Desempleo y desesperación
La historia de Karim Naser, un joven de 26 años que solía trabajar en el mercadillo local, ilustra el impacto económico devastador. Con la supresión del contrabando, sus ingresos han caído drásticamente, de ganar entre 200 y 300 dirhams al día (18-27 euros), ahora apenas obtiene 70 dirhams (6,5 euros). Después de varios intentos fallidos de emigrar, incluso enfrentándose a mafias que lo estafaron y amenazaron con machetes, Karim sigue buscando una oportunidad para abandonar Marruecos.
Según una encuesta del Barómetro Árabe, un 55 % de los jóvenes marroquíes entre 18 y 29 años considera emigrar, mientras que el desempleo juvenil se sitúa en el 48,8 %. Este fenómeno ha cambiado el perfil de los migrantes en la zona. “Antes eran los subsaharianos, pero ahora la mayoría son marroquíes”, dice Zakaria Zarrouki, fundador de la asociación Irtiqa, dedicada a desalentar la emigración entre los jóvenes y fomentar la educación.
En la gasolinera, uno de los autobuses ya alberga a una veintena de jóvenes. Según los agentes que los custodian, todos son mayores de edad y marroquíes, excepto un hombre de Bangladesh. Intentaron cruzar la frontera y ahora serán alejados de la ciudad. Aunque su presencia en Castillejos no es nada fuera de lo común, lo que llama la atención es que cada vez son más los jóvenes marroquíes los que buscan huir de su país en busca de un futuro incierto.