CIUDAD DE MÉXICO, 16 mayo.- Desde Eritrea, Guatemala, Pakistán, Afganistán, Ghana, Uzbekistán y muchos otros países, miles de personas llegan a la frontera sur de Estados Unidos buscando refugio. Insisten en que huyen de persecuciones por su religión, sexualidad o posturas políticas. Sin embargo, desde el regreso de Donald Trump al poder, el sistema de asilo que durante generaciones les permitió presentar su caso ha sido suspendido, dejando a los solicitantes atrapados en una situación caótica y desesperante.

El Fin del Sistema de Asilo

El presidente Trump anunció el 20 de enero, apenas horas después de iniciar su segundo mandato, la suspensión del sistema de asilo como parte de una ofensiva integral contra la inmigración ilegal. A través de órdenes ejecutivas, Trump calificó la migración hacia EE.UU. como una “invasión” y prometió detenerla con medidas drásticas. Desde entonces, los solicitantes de asilo enfrentan un escenario confuso y en constante cambio, donde las reglas son ambiguas y los derechos humanos parecen estar en juego.

“No nos ofrecieron un agente de ICE con quien hablar. No nos dieron una entrevista. Nadie me preguntó qué pasó”, relató un trabajador electoral ruso que fue deportado a Costa Rica junto a su esposa e hijo pequeño el 26 de febrero. Este hombre, quien filmó videos sobre fraude electoral en Rusia y teme por su vida si regresa, siguió meticulosamente las normativas estadounidenses para solicitar asilo. Viajó a México en mayo de 2024, esperó nueve meses cerca de la frontera y programó una cita para una entrevista el 2 de febrero. Sin embargo, esa cita fue cancelada minutos después de que Trump asumiera el cargo, dejándolo sin opciones legales.

Un Sistema en Crisis

Lo que los abogados, activistas y migrantes describen hoy es un proceso fragmentado y opaco. Según Bella Mosselmans, directora del Global Strategic Litigation Council, “no creo que nadie tenga del todo claro qué sucede cuando las personas se presentan y solicitan asilo”. Muchos migrantes son expulsados inmediatamente sin oportunidad de defenderse, mientras que otros languidecen bajo custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), esperando ser evaluados bajo estándares más estrictos como los de la Convención contra la Tortura de la ONU.

Paulina Reyes-Perrariz, abogada gerente del Immigrant Defenders Law Center en San Diego, confirmó que las llamadas relacionadas con casos de asilo han disminuido drásticamente desde la implementación de las nuevas restricciones. Durante el gobierno de Joe Biden, su oficina recibía entre 10 y 15 consultas diarias sobre asilo. Ahora, apenas recibe unas pocas llamadas semanales. “Es realmente difícil consultar y asesorar a las personas cuando no sabemos cuál es el proceso”, señaló.

Historias de Traición y Desesperación

La familia rusa mencionada anteriormente es solo un ejemplo de cómo las nuevas políticas han afectado profundamente a quienes buscan protección. Después de ser detenidos en un cruce fronterizo de San Diego, fueron esposados, encadenados y deportados en avión a Costa Rica. Solo los niños viajaron sin cadenas. El padre, de 36 años, lucha contra la desesperación: “Nos sentimos traicionados. Hicimos todo bien”, dijo a The Associated Press.

Este hombre, cuya identidad permanece anónima por temor a represalias en Rusia, organiza partidos de voleibol y enseña ruso a su hijo para mantenerse ocupado mientras espera en una instalación costarricense. Aunque entiende que el gobierno estadounidense busque controlar la inmigración ilegal, no comprende por qué no tuvo la oportunidad de defender su caso. “Les fallé”, confiesa, refiriéndose a su esposa e hijo. “Pienso eso cada día: les fallé”.

Deportaciones Masivas y Acuerdos con Terceros Países

El gobierno de Trump ha recurrido a países como Costa Rica y Panamá para retener temporalmente a los deportados mientras se coordinan sus traslados a sus países de origen o terceros destinos. En los primeros meses de este año, aproximadamente 200 migrantes fueron enviados a Costa Rica y unos 300 a Panamá. Estas naciones actúan como “puentes”, aunque muchas veces los deportados quedan varados en situaciones precarias.

Para quienes apoyan controles migratorios más estrictos, estas medidas son necesarias. Argumentan que el sistema de asilo ha sido explotado por personas que no enfrentan peligros reales. En años recientes, entre un tercio y la mitad de las solicitudes de asilo fueron aprobadas por jueces. Incluso figuras proinmigración, como el excongresista Barney Frank, han criticado el abuso del sistema, señalando que “personas de todo el mundo han aprendido que pueden solicitar asilo y permanecer en EE.UU. indefinidamente”.

Batallas Legales y Futuro Incierto

Las nuevas restricciones han generado una avalancha de demandas judiciales. Grupos de derechos humanos, liderados por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), han impugnado las políticas del gobierno, calificándolas de “ilegales y sin precedentes”. Una batalla clave se libra actualmente en los tribunales federales, donde un juez decidirá si las afirmaciones de “invasión” utilizadas por Trump para justificar la suspensión del asilo están sujetas a revisión judicial.

Mientras tanto, los cruces fronterizos no autorizados, que alcanzaron niveles récord durante el gobierno de Biden, han disminuido significativamente. Sin embargo, más de 200 personas aún son arrestadas diariamente en la frontera sur. ¿Cuántas de ellas intentan solicitar asilo? Nadie lo sabe con certeza.

Conclusión: Un Llamado a la Reflexión

El colapso del sistema de asilo en EE.UU. deja a miles de personas en un limbo legal y humano. Para aquellos que huyen de persecuciones reales, la falta de claridad y oportunidades para defender su caso puede tener consecuencias devastadoras. ¿Podrá el gobierno encontrar un equilibrio entre controlar la inmigración ilegal y proteger los derechos humanos? Por ahora, historias como la de la familia rusa sirven como recordatorio de las vidas que penden de un hilo en esta crisis migratoria.

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