París, 6 oct.– Francia enfrenta una de las peores crisis políticas de los últimos años después de que el primer ministro Sébastien Lecornu presentara su renuncia menos de un mes después de asumir el cargo, y apenas 24 horas después de anunciar su nuevo gabinete, cuya composición provocó la ruptura de la frágil coalición gubernamental. El presidente Emmanuel Macron, con una popularidad en mínimos históricos, aceptó su dimisión, dejando al país sin liderazgo político claro y sumido en la incertidumbre.

Lecornu, quien asumió el poder el 9 de septiembre tras la salida de François Bayrou, se convierte en el primer ministro con el mandato más corto en la historia de la Quinta República Francesa, instaurada en 1958. Su renuncia profundiza el estancamiento político que sufre el país desde que Macron convocó elecciones anticipadas el año pasado, generando una Asamblea Nacional sin mayoría clara, con la ultraderecha y la extrema izquierda dominando más de 320 de los 577 escaños.

El fracaso en asegurar el apoyo de los conservadores, que controlan 50 escaños, fue el golpe final para Lecornu, después de que estos rechazaran su decisión de nombrar al exministro de Finanzas Bruno Le Maire como titular de Defensa. El nuevo gobierno, anunciado apenas el domingo, quedó desmoronado antes de siquiera ser oficialmente instalado.

“Ya no se cumplen las condiciones para permanecer en el cargo”, dijo Lecornu en su carta de dimisión, criticando implícitamente la falta de “desinterés” de sus aliados políticos y subrayando que “uno siempre debe poner a su país antes que a su partido”.

Mientras tanto, Macron enfrenta una tormenta política. Con menos de dos años para las presidenciales de 2027, sus adversarios exigen medidas drásticas. La líder de ultraderecha Marine Le Pen pidió elecciones anticipadas o incluso la renuncia del presidente, asegurando que “hemos llegado al final del camino”. Desde la extrema izquierda, el movimiento Francia Insumisa también reclamó la salida de Macron y el restablecimiento de una coalición de izquierdas unificada.

El impacto político tuvo reflejo inmediato en los mercados financieros: el índice CAC-40 de la Bolsa de París cayó un 2 % tras conocerse la noticia, aunque recuperó parte de las pérdidas al cierre de la jornada. La renuncia también dejó en una posición insólita a los ministros recién designados, quienes se convirtieron automáticamente en ministros interinos encargados solo de gestionar los asuntos administrativos. “Desespero de este circo”, escribió en la red X la ministra de Ecología, Agnès Pannier-Runacher.

El método Lecornu, basado en el diálogo y el consenso, no logró resultados. Su intento de formar un gobierno con figuras conocidas —como Le Maire en Defensa o Gérald Darmanin en Justicia— fue duramente criticado por toda la oposición, que lo acusó de repetir errores del pasado. El principal reto de su corto mandato era aprobar un presupuesto nacional en plena crisis de deuda, con una deuda pública que supera los 3,3 billones de euros (114 % del PIB) y un gasto en intereses equivalente al 7 % del presupuesto estatal.

El líder conservador Bruno Retailleau negó ser responsable de la caída del gobierno, aunque admitió haber perdido la confianza en Lecornu. “Prometió cambio y terminó con los mismos rostros. Este gobierno estaba destinado a ser censurado”, declaró a la cadena TF1.

Ahora, Macron enfrenta una disyuntiva crítica: nombrar a un quinto primer ministro en menos de dos años o disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones anticipadas, una opción arriesgada que podría entregar aún más poder a la Agrupación Nacional de Le Pen.

Francia, mientras tanto, queda a la deriva en un momento de tensión social, déficit económico y desconfianza ciudadana, con un presidente cada vez más aislado y una nación que parece haber perdido el rumbo.

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