LA PAZ, 15 agosto. — A 4.000 metros de altura, el viento helado que desciende desde la cordillera se siente como una navaja. Con temperaturas bajo cero en la madrugada, el camionero boliviano David García, de 32 años, ha pasado dos noches durmiendo en su vehículo a la vera de la carretera, esperando cargar diésel para regresar a su pueblo. “Hace mucho frío y no puedes prender la calefacción porque gastas diésel, pero hoy me toca cargar”, relató. Sin embargo, el combustible aún no llega y la fila de camiones en esa estación de servicio, en las afueras de La Paz, es kilométrica.

La escasez de combustible se ha convertido en el epicentro de la crisis económica que golpea a Bolivia. Molestos por el racionamiento y el aumento de los precios de los alimentos, los ciudadanos acudirán este domingo a las urnas en unas elecciones presidenciales que podrían poner fin a casi 20 años de gobiernos de izquierda encabezados por el Movimiento al Socialismo (MAS).

Pese al contexto, el entusiasmo es bajo. “No creo en ninguno, no sé por quién votaré, pero hay que ir porque esto debe cambiar”, dijo García, que normalmente transporta frutas y plátanos desde los Yungas hasta la capital. En el ambiente, la decepción hacia el MAS es evidente: dividido por la pugna entre Evo Morales y Luis Arce, el oficialismo llega debilitado con el exministro Eduardo del Castillo como candidato, ubicado en los últimos lugares de las encuestas.

En el otro extremo ideológico, dos figuras de centroderecha lideran los sondeos, casi empatados con menos de 25% de intención de voto. El primero es Samuel Doria Medina, empresario hotelero y dueño de la franquicia de Burger King en Bolivia, quien promete “sacar al país de la crisis en 100 días”. Muy cerca le sigue el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002), que plantea acabar con la inflación, el desabastecimiento de combustible, la falta de dólares y el estancamiento económico. Para ambos, es el cuarto intento de llegar al poder.

En las carreteras, los camioneros comentan entre ellos la situación mientras esperan su turno para cargar. Los hermanos Alex y Weimar Poma Quispe cuentan que ahora solo logran un viaje semanal en lugar de tres. “Vivimos en la carretera, somos visita en nuestras casas”, lamentan. Aseguran que los costos se han disparado: una llanta que antes costaba 1.100 bolivianos (190 dólares) ahora vale 2.800 (480 dólares).

La crisis actual, considerada por analistas como la peor en cuatro décadas, plantea un panorama incierto para el futuro inmediato. Incluso si hay una segunda vuelta en octubre, expertos como la politóloga Jimena Costa advierten que sin una mayoría sólida el próximo presidente podría enfrentar un escenario de ingobernabilidad, con posibles protestas masivas contra los ajustes económicos que el país necesita para evitar un colapso mayor.

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