EL ROCÍO, España, 10 junio – Con trajes tradicionales cubiertos de polvo, cánticos flamencos y oraciones al caer la tarde, cerca de un millón de fieles católicos protagonizaron este fin de semana la romería del Rocío, una de las peregrinaciones más multitudinarias y singulares del mundo, que cada año llena los caminos andaluces de fe, fiesta y devoción.
Desde distintas regiones de España —e incluso desde Bruselas— más de 130 hermandades recorrieron durante días los senderos rurales que conducen a El Rocío, una aldea enclavada entre humedales y dunas en el estuario del Guadalquivir. La meta: rendir tributo a la Virgen del Rocío, ícono mariano venerado desde finales del siglo XIII.
La escena combina la solemnidad religiosa con una atmósfera festiva: carretas adornadas tiradas por bueyes, cantos de sevillanas, guitarras, jerez, y misas al aire libre al ritmo del polvo y el calor. “La Virgen es algo que forma parte de nuestra vida”, resume Meme Morales, peregrina veterana de la Hermandad de Triana, quien este año hizo el camino junto a sus hijas.
Religión, cultura y tradición andaluza
El Rocío no es solo una demostración de fe. También es una expresión viva de la cultura andaluza. Los hombres visten trajes de corto y las mujeres mantones y vestidos de faralaes, no por estética turística, sino como herencia del trabajo campestre de la región.
“Todo lo que tenga presencia acerca un poco a Dios”, afirma Ignacio Sabater Wasaldúa, hermano mayor de Triana, una de las hermandades más antiguas. Su grupo organizó misas, adoraciones eucarísticas y hasta campamentos de verano para jóvenes en riesgo de exclusión social.
El reverendo Manuel Sánchez, director espiritual de Triana, celebró una misa vespertina donde recordó con humor que “el amor de Dios incluye a los que están confesándose aún con sus botellines de cerveza en la mano”, provocando sonrisas entre los asistentes. “Tenemos mucho tiempo en la vida para llorar, pero ciertamente no es El Rocío”, añadió.
La espiritualidad detrás del polvo
Más allá de la festividad y la convivencia, muchos peregrinos llevan promesas y agradecimientos silenciosos en su andar. Paloma María, joven cordobesa que superó un cáncer de mama, luce tatuada a la Virgen en su espalda: “Es ella la que me cuida. Es todo para mí”.
El punto culminante de la peregrinación es la llegada al santuario, donde las hermandades son recibidas por Santiago Padilla, presidente de la Hermandad Matriz de Almonte. “Es el momento en que damos gracias a la Virgen por el camino realizado”, explicó, tras horas dando la bienvenida formal a los grupos.
La emoción alcanza su clímax durante la procesión del domingo por la noche, cuando la imagen de la Virgen recorre la aldea para visitar a cada hermandad. “Es que uno da tantas vueltas: lo suyo, los amigos… eso ha explotado”, dijo entre lágrimas Sara de la Haza, tras ver a la Virgen junto a sus amigas.
Y mientras las lágrimas se mezclaban con el sudor y el polvo, el canto de Triana brotó con fuerza entre la multitud: “Eres tú blanca paloma, eres tú lo que más quiero desde el día que nací”.
Una devoción que perdura
A pesar de la creciente secularización de España, el Rocío continúa siendo un fenómeno intergeneracional. “Es la seguridad de que esto no se va a acabar”, afirma Esperanza García Rivero, cuya familia peregrina desde la década de 1940.
La romería no solo mantiene viva una tradición ancestral, sino que también fortalece una red de solidaridad, espiritualidad y cultura popular que sigue inspirando a nuevas generaciones a través del ejemplo, la emoción y la fe.