Brasilia/Washington, 17 julio – Las relaciones entre Brasil y Estados Unidos enfrentan uno de sus momentos más tensos tras una serie de advertencias económicas y geopolíticas desde Washington. La amenaza de aranceles del 50% a las importaciones brasileñas, así como posibles sanciones secundarias por mantener lazos comerciales con Rusia, han encendido las alarmas en el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
Mientras el vicepresidente Geraldo Alckmin y el canciller Mauro Vieira respondieron con una carta proponiendo diálogo ante los aranceles anunciados por Donald Trump, el gobierno brasileño guarda silencio oficial frente a una amenaza de mayor calado: sanciones a los países que comercien con Rusia si no se alcanza un acuerdo de paz en Ucrania en los próximos 50 días.
Brasil, un actor clave para Moscú
Brasil se ha convertido en uno de los principales compradores de petróleo ruso, con más del 59% de sus importaciones provenientes de Rusia en 2025, lo que le ha permitido acceder a precios reducidos, pero lo coloca en la mira de Estados Unidos y la OTAN. El secretario general de la alianza atlántica, Mark Rutte, advirtió que si Putin no accede a negociar, se aplicarían sanciones a países como India, China y Brasil, considerados aliados económicos clave del Kremlin.
El petróleo no es el único vínculo: Brasil también depende de fertilizantes rusos, que representaron más del 25% de sus importaciones en 2024.
Impacto geopolítico y económico
Estas medidas se producen tras la cumbre del BRICS en Río de Janeiro, donde Lula criticó a la OTAN y propuso una moneda común del bloque como alternativa al dólar, lo que algunos analistas consideran una provocación directa a Estados Unidos.
En paralelo, el Departamento de Comercio de EE.UU. abrió una investigación oficial contra Brasil por supuestas prácticas corruptas, lo que agrava la presión. La investigación se ampara en el Artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974, el mismo instrumento que EE.UU. usó en los años 80 contra el país sudamericano.
El conflicto se politiza en Brasil
Mientras Lula aún no responde directamente a las amenazas geopolíticas, sectores empresariales y económicos brasileños han manifestado su preocupación. La Confederación de Agricultura y Ganadería de Brasil (CNA) pidió dejar atrás la “parálisis ideológica”, advirtiendo sobre el riesgo para la economía.
Sin embargo, paradójicamente, las tensiones con Trump han impulsado la popularidad de Lula. Una encuesta de Quaest revela que el 72% de los brasileños considera equivocada la postura de Trump y el 79% teme un impacto directo en su vida diaria. El repunte del apoyo al Gobierno se da sobre todo en sectores medios y educados del sudeste brasileño.
¿Una ruptura inevitable?
El caso del petróleo y los vínculos con Rusia se suman a una creciente presión internacional para que Brasil defina claramente su posición geopolítica. Según el analista William Waack, “Brasil tropieza en el campo minado de la geopolítica” y corre el riesgo de quedar aislado de Occidente.
Las sanciones, de llegar a aplicarse, podrían afectar gravemente a sectores clave como el agronegocio, la industria y la energía. Pero por ahora, el Gobierno brasileño apuesta al silencio estratégico, mientras crecen las divisiones internas entre el Congreso, el empresariado y el Ejecutivo.







