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Modric, en el Bernabéu con los trofeos que le otorgó la UEFA. DENIS DOYLE (GETTY).

Obligaciones ineludibles impidieron a Cristiano Ronaldo acudir a la reciente gala de los premios que otorga la UEFA a los mejores futbolistas de la temporada. Tantos malpensados como hay sacaron la conclusión de que su ausencia se debió al hecho de no haber sido considerado por los votantes el número uno del curso, galardón que recayó en Luka Modric. Sí se llevó el trofeo al mejor delantero, una baratija para quien se considera el jugador más grande que jamás vieron los tiempos, los pasados y los futuros. Nunca tuvo obligaciones ineludibles Cristiano cuando ganaba este tipo de premios, que fueron muchos, a cuya entrega acudía elegante (o como se diga) y alborozado, como no podía ser menos. Pero esta vez optó por borrarse. Y seguramente alguien, sin duda de alma cándida, podría pensar que quizá fuera cierto que algún asunto personal le impidió acudir a tan noble acto.

Así que los más cercanos al crack portugués decidieron protestar por lo que creían que era una injusticia, creencia de todo punto legítima, pero lo hicieron de la peor manera posible: menospreciando al vencedor, en este caso a Modric. Seguro que fueron aquellas obligaciones ineludibles las que impidieron a Cristiano hablar con su representante y con su hermana para pedirles, mejor dicho, exigirles una disculpa que no ha llegado. Incluso él mismo podía haber tenido el detalle de felicitar al que hasta hace pocas semanas fue su compañero en el Madrid, ese equipo que según Mendes y la familia Ronaldo ganaba las Champions porque en él jugaba Cristiano y, según el resto de los mortales, porque en él jugaban, y juegan, algunos de los mejores futbolistas del planeta. Uno de ellos, Luka Modric.

Vaya por delante que la decisión de un jurado, sea cual sea, admite cuantas pegas sean menester, y más si se trata de elegir a un individuo que disputa un deporte colectivo. Cristiano obtuvo el galardón a mejor delantero y su gol de chilena a la Juve fue valorado como el mejor de la temporada. Y puestos a discutir, al autor de estas líneas, que no representa a nadie ni tiene familia en Gales, se le ocurre opinar, que es para los que están los artículos de opinión, que el gol de chilena de Gareth Bale al Liverpool es, como poco, igual de extraordinario que el del portugués, con un matiz no exento de importancia: lo consiguió en una final de la Copa de Europa, esa final de la que Cristiano solo fue protagonista cuando acabó y le pusieron un micrófono delante.

Pero la polémica no ha terminado. Porque en el horizonte se asoman otros dos premios al mejor futbolista del año que darán que hablar. El llamado The Best, que otorga la FIFA, y el celebérrimo Balón de Oro. Para el primero han sido nominados Modric, Cristiano y Salah, y no pregunten dónde demonios está Messi, y para el segundo hay un favorito indiscutible: Modric. Todo parece indicar, pues, que en los próximos meses a Cristiano se le va a llenar la agenda de obligaciones ineludibles.

 

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