Belém (Brasil), 2 Nov.- El avance del crimen organizado en Brasil ha alcanzado niveles alarmantes, con 88 organizaciones criminales identificadas, según el Ministerio de Justicia. Sin embargo, dos bandas destacan por su influencia y expansión: el Primeiro Comando da Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV), verdaderos imperios del narcotráfico y las armas que operan con estructuras cada vez más sofisticadas.
La reciente masacre en un complejo de favelas de Río de Janeiro, que dejó entre 121 y 132 muertos, ha puesto de relieve la impunidad y el poder de fuego de estos grupos, así como la incapacidad del Estado brasileño para contener su avance.
PCC: el “sindicato criminal” nacido en las cárceles de São Paulo
El PCC surgió en 1993 dentro de una prisión paulista con el objetivo de proteger a los reclusos del sistema penitenciario sobrepoblado y violento. Con el tiempo, evolucionó hasta convertirse en una de las bandas más poderosas de Sudamérica, con presencia en Bolivia, Paraguay y buena parte del Cono Sur.
Su estructura jerárquica está encabezada por el “Sintonía Final”, un consejo de liderazgo que dicta las normas de la organización. Al frente se encuentra Marcos Willians Herbas Camacho, alias “Marcola”, actualmente preso en una cárcel de máxima seguridad, pero que sigue dirigiendo las operaciones desde dentro.
Con entre 30.000 y 40.000 miembros solo en Brasil, el PCC opera como una corporación criminal, extendiendo sus tentáculos en negocios legales e ilegales, desde transporte urbano y gasolineras hasta empresas tecnofinancieras y lavado de dinero mediante tiendas de peluches.
Comando Vermelho: control territorial y expansión amazónica
Por su parte, el Comando Vermelho (CV) nació en los años 70 en las cárceles de Río de Janeiro, en plena dictadura militar, derivado de la antigua “Falange Vermelha”. Aunque menos estructurado que el PCC, el CV mantiene una fuerte presencia en las favelas cariocas y ha ampliado su influencia hacia la Amazonía y el noreste del país, las regiones más pobres de Brasil.
A diferencia del PCC, el CV funciona como una franquicia criminal descentralizada, con líderes regionales que imponen sus propias normas. En ciudades como Belém, sede de la próxima Cumbre Climática de la ONU (COP30), se pueden ver postes y muros marcados con las siglas “CV” en rojo, junto a reglas de convivencia como “Prohibido robar en la comunidad”, símbolo del control social que ejercen sobre los barrios bajo su dominio.
Las cárceles, semillero del crimen organizado
El sistema penitenciario brasileño, con 705.872 reclusos y capacidad para apenas medio millón, se ha convertido en el principal caldo de cultivo para las facciones criminales. En condiciones de hacinamiento extremo, los presos buscan protección uniéndose a una de las bandas dominantes, lo que perpetúa su influencia dentro y fuera de los presidios.
Muchos de los jefes del PCC y el CV siguen coordinando operaciones desde prisión, utilizando abogados, familiares o mensajes codificados. Así, el control criminal sobrevive incluso tras las rejas.
“Multinacionales” del crimen y corrupción institucional
El sociólogo Ignacio Cano, de la Universidad Estadual de Río de Janeiro, señala que el crimen organizado brasileño no busca el poder político, sino el lucro mediante la corrupción del Estado.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva calificó recientemente a estas bandas como “multinacionales del crimen”, en alusión a su capacidad de infiltrarse en todos los niveles de la economía y del aparato público.
Mientras el PCC se orienta hacia la diversificación financiera y el lavado de activos, el Comando Vermelho mantiene una estrategia de dominio territorial, controlando comunidades enteras y cobrando extorsiones a comerciantes o monopolizando servicios básicos como gas, transporte, internet y televisión por cable.
Un desafío estructural para el Estado brasileño
La expansión simultánea del PCC y del CV representa uno de los mayores desafíos de seguridad en Brasil. Su arraigo en las cárceles, su poder económico y su capacidad para infiltrarse en instituciones hacen que desarticularlas requiera una reforma profunda del sistema penitenciario y una ofensiva coordinada del Estado.
“El crimen organizado se ha desarrollado mucho y es el principal desafío de seguridad en Brasil. PCC y CV están presentes en casi todo el país”, afirmó a EFE David Marques, del Fórum Brasileño de Seguridad Pública.
Con la COP30 a punto de celebrarse en Belém, la presencia visible del Comando Vermelho en barrios amazónicos pone en evidencia que la batalla por la seguridad y el control territorial en Brasil está lejos de resolverse.








