Los datos más recientes revelan que la brecha de ingresos ha crecido ininterrumpidamente desde la pandemia, cuestionando la efectividad del sistema de bienestar canadiense

MONTREAL, 17 JULIO.- Canadá, históricamente considerado un bastión de la justicia social y la equidad económica, enfrenta hoy una realidad incómoda: la brecha entre los hogares con mayores y menores ingresos alcanzó un nivel récord de 49 puntos porcentuales en el primer trimestre de 2025, según reveló Statistics Canada en su informe más reciente. Esta cifra representa no solo un máximo histórico, sino también una advertencia sobre la erosión del modelo social que ha definido la identidad nacional canadiense durante décadas.

El Crecimiento Implacable de la Desigualdad

Los números son contundentes y preocupantes. El 20% superior de la distribución de riqueza posee el 64.7% del patrimonio neto total de los canadienses, con un promedio de 3.3 millones de dólares por hogar. En contraste, el 40% inferior de la distribución representa apenas el 3.3% del patrimonio neto, con un promedio de 85,700 dólares por hogar.

Esta disparidad no es un fenómeno reciente. Los datos demuestran que la brecha se ha ampliado consistentemente cada año desde el inicio de la pandemia de COVID-19, transformando una crisis sanitaria temporal en una crisis estructural permanente que redefine el paisaje socioeconómico canadiense.

La Paradoja del Crecimiento Desigual

El primer trimestre de 2025 ilustra perfectamente la naturaleza paradójica de la recuperación económica canadiense. Mientras los hogares de mayores ingresos experimentaron un crecimiento del 7.7% en su ingreso disponible, los ciudadanos en el quintil inferior vieron crecer sus ingresos apenas un 3.2%. Más alarmante aún, sus salarios promedio cayeron un 0.7%, evidenciando que el trabajo ya no garantiza la prosperidad económica.

Esta dinámica revela una economía de dos velocidades donde las inversiones y los activos financieros generan rendimientos exponenciales para quienes ya poseen capital, mientras que la remuneración laboral se estanca o declina para la mayoría de los trabajadores. Los hogares adinerados vieron sus ingresos por inversiones crecer un 7.4%, mientras que los menos favorecidos sufrieron una caída del 35.3% en sus ganancias netas por inversiones.

La Voz de la Advertencia

Katherine Scott, reconocida investigadora del Centro Canadiense de Alternativas Políticas, ha sido una voz consistente en la denuncia de esta crisis silenciosa. Como directora del trabajo de igualdad de género y políticas públicas del CCPA, Scott ha trabajado durante dos décadas como investigadora, escritora y defensora en temas que van desde política social hasta desigualdad.

Su análisis es particularmente perspicaz: las personas en el extremo superior de la escala de ingresos no solo mantuvieron sus empleos durante la pandemia, sino que «supieron aprovechar el enorme auge de los mercados de inversión que se produjo en ese momento y que ha seguido aumentando desde entonces». Esta observación subraya cómo las crisis pueden amplificar las ventajas existentes en lugar de crear oportunidades equitativas de recuperación.

El Contraste Histórico

La situación actual contrasta dramáticamente con la respuesta canadiense a la crisis financiera de 2008-2009. Según Scott, después de esa recesión «hubo una discusión real sobre la creciente desigualdad de ingresos en Canadá, algo que no parece estar ocurriendo actualmente». Esta ausencia de debate público es particularmente preocupante considerando que los niveles actuales de desigualdad superan significativamente los registrados durante la crisis financiera global.

La falta de urgencia política ante estos datos históricos sugiere una normalización peligrosa de la desigualdad extrema, donde cifras que antes habrían generado políticas correctivas ahora son recibidas con relativa indiferencia por parte de las élites políticas y económicas.

Impacto Generacional: Los Jóvenes en el Epicentro

Los datos revelan que la crisis afecta desproporcionadamente a los jóvenes canadienses, quienes enfrentan un mercado laboral cada vez más precario. La «incertidumbre económica actual está contribuyendo a mucha angustia económica, en particular entre los jóvenes que buscan empleo», según Scott. Esta realidad plantea interrogantes fundamentales sobre la sostenibilidad del sistema socioeconómico canadiense a largo plazo.

La combinación de empleos precarios, salarios estancados y costos de vivienda en constante aumento crea un escenario donde las generaciones más jóvenes pueden ser las primeras en décadas que experimenten una calidad de vida inferior a la de sus padres, rompiendo el contrato social implícito de progreso generacional.

Las Transferencias Gubernamentales: Un Parche Insuficiente

Aunque las transferencias gubernamentales aumentaron un 31.2% para los hogares de menores ingresos, este incremento no logró compensar la caída en los ingresos por inversiones y el estancamiento salarial. Esta realidad subraya las limitaciones de un enfoque basado exclusivamente en transferencias para abordar la desigualdad estructural.

El aumento en las transferencias, aunque necesario, actúa más como un vendaje temporal que como una solución sistémica. Sin cambios fundamentales en la estructura económica, estas medidas pueden crear dependencia gubernamental sin abordar las causas raíces de la desigualdad creciente.

El Llamado a la Acción

Scott enfatiza que «tenemos que hacer crecer la torta, pero también debemos hablar de la distribución de esa torta». Su llamado refleja una comprensión profunda de que el crecimiento económico sin distribución equitativa es insostenible tanto social como políticamente. La investigadora advierte que «no podemos sostener» la brecha actual y que es necesario «prestar atención a la estructura de nuestra economía y a su distribución».

Esta perspectiva desafía el paradigma neoliberal que ha dominado las políticas canadienses durante décadas, sugiriendo que el crecimiento económico por sí solo no es suficiente para garantizar la prosperidad compartida.

Implicaciones para el Futuro

La crisis de desigualdad canadiense trasciende las estadísticas económicas para convertirse en una amenaza existencial al modelo social que ha definido la identidad nacional durante generaciones. La promesa de que el trabajo duro y la educación garantizan la movilidad social se desvanece cuando los datos muestran que la herencia y las inversiones se vuelven más determinantes que el mérito individual.

El desafío no es solo económico sino profundamente político. ¿Puede la democracia canadiense funcionar efectivamente cuando la concentración de riqueza otorga poder desproporcionado a una élite económica cada vez más pequeña? ¿Cómo pueden los partidos políticos responder a las necesidades de una ciudadanía cuyos intereses económicos se han vuelto fundamentalmente divergentes?

Reflexiones Finales

La advertencia de Scott resuena con particular urgencia: «Es importante que las personas puedan vivir una vida digna y de calidad. Creo que ese es un objetivo de política pública fundamental, que parece haber desaparecido en el debate actual». Su observación captura la esencia de la crisis: no se trata solo de números o porcentajes, sino de la capacidad de una sociedad para garantizar que todos sus miembros puedan aspirar a una vida plena y próspera.

Los datos de Statistics Canada representan más que un informe trimestral; son una radiografía de una sociedad en transición, donde las promesas de equidad y justicia social se enfrentan a la realidad implacable de una economía que premia desproporcionadamente a quienes ya poseen capital.

La respuesta a esta crisis determinará no solo el futuro económico de Canadá, sino también su carácter nacional y su posición como modelo de democracia social en el siglo XXI. El tiempo para actuar no es mañana; es ahora, antes de que la desigualdad récord se convierta en una característica permanente del paisaje social canadiense.

(GONZALO COOPER/HISPANIC POST)

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